Seguían estando ahí
Un amigo de mi etapa en la UCM, me respondió sobre el último relato que le envié, que el confinamiento me había traído un divertido déjà vu 45 años después. Acertó de veras.
En este relato que comienzo, no hay recuerdos de una época determinada, porque, como no podía ser de otra manera, en plan resaca de la gran nevada y frio intenso de nuestra vida, no es fácil encontrar vivencias en mi pasado.
He cambiado muchas veces de casa y alguna de ciudad, siempre han sido cambios queridos, por suerte, nunca obligatorios, y en todos ellos, he ido dejando objetos, cosas, retazos de vida impregnada en las paredes o en aquellos recuerdos que repartes entre los amigos, familiares o vecinos queridos.
He tenido mudanzas con mucha preparación de equipaje, y otras que han cabido en una gran bolsa, unas las he hecho con la ayuda de toda mi “panda” y otras en la más estricta soledad.
En las primeras, siempre los escritos y documentos más entrañables del pasado las enviaba al “doblado” o desván de la casa de mis padres. Era un seguro de permanencia, seguirían allí pensaba. Y sí, estuvieron hasta que andando el tiempo tuvimos que deshacer la casa para adecuarla a la vida actual y hacerla el lugar de descanso familiar para los hermanos. Qué gracioso fue encontrar mis diarios de adolescencia, algunas cartas y objetos que fueron fetiche en mis 20 y tantos.
Y los cambios de ciudad y de casa, traen cambios de vida, a mí al menos me los han traído siempre, y me atrevería a decir que en las grandes ciudades los cambios de barrio también.
No es lo mismo vivir por Ventas, que por la Dehesa de la Villa, que por Bilbao, por ejemplo. Hay diferencias en muchas cosas: relaciones con los vecinos, tenderos, quiosqueros, parques. Son mundos diferentes a priori si, como era mi caso en Madrid, llegaba a vivir sola en casa. No te aburrías descubriendo sitios, situaciones y lugares para pasear tranquila.
Pero en esa renovación de viviendas y mudanzas la cuestión clave es ¿Qué me llevo? ¿Qué dejo aquí? Ahí siempre se me ha mezclado la parte racional y práctica con la parte emotiva y sentimental, las dos muy fuertes en mis adentros, así que daba muchas vueltas en la cabeza, muchas, hasta que por fin me decidía a poner el objeto o papel en cuestión en la parte de llevar o en la parte de regalar o tirar. Nunca dejé nada en la parte de vender. ¡Claro, no había ni Mil Anuncios, ni Wallapop! Y tampoco no entraba en mis cálculos hacerlo.
Me estoy partiendo de risa al recordar mi último día en Córdoba, invité a unos cuantos amigos a comer; la idea era salir en coche hacia Madrid sobre las 6 de la tarde o así. Pues bien, empezó a diluviar y a caer rayos y truenos, la sobremesa se alargó, las risas y los llantos iban en aumento a la vez que se acababan las botellas de diferentes licores que había decidido dejarles allí a mi panda. Uno de mis amigos, encontró la última bolsa con tarros y cosas de cocina para llevar, y no se le ocurrió nada más que coger media cebolla y meterla en un bote precioso de cocina donde yo guardaba no sé qué legumbre. Apareció en el salón diciendo:
-Fijaros como es nuestra Angelita, que se lleva hasta una cebolla guardada en un bote del café Monky!!!
No sé si sería el alcohol, la tormenta, la excitación de la partida y despedida definitiva o qué, pero empezamos todos, éramos unos 10 o así, a reír y a llorar a la vez, a abrazarnos, a salir a la terraza a mojarnos, los truenos, los relámpagos, todo era una locura!!!
Dejé definitivamente la casa aquella tarde, pero me quedé la noche en casa de una muy buena amiga. Creo que ninguno de los presentes nos hemos olvidado del bote del café Monky con una cebolla dentro!. Algunos me preguntan por él cuando nos volvemos a ver. Cada vez que lo miro en mi alhacena me entra mucha ternurita. ¡Ahora es VINTAGE, ja, ja!
Y muchas cosas vinieron conmigo de casa en casa, sí, otras se quedaron por el camino.
Me gusta mucho el montañismo y lo he practicado bastante en mis años jóvenes. Durante unos años cada agosto terminábamos en el valle de Arán, en el camping de Torla haciendo excursiones por el parque nacional de Ordesa. Subíamos a Monte Perdido, dormíamos en el refugio de Goriz, (nunca noté un aire tan denso de olor a pies), Cañón de Añisclo, etc.
Los primeros años iba equipada con una buenas zapatillas Kelme de deporte y aún recuerdo la mirada de unos señores franceses, por la Grande Cascade de Gavarnie, sobre mis pies ligeros de equipaje.
Así que, por fin, me compré unas buenas botas de alta montaña. Me las puse 2 ó 3 temporadas más.
¿Me las llevaría a Madrid en la mudanza? ¡Si,como no! Pero ya no hacía montañismo y eran muy calurosas. Me las llevé, y lo que fue peor, las fui transportando de casa en casa durante 32 años.
En esos años, el montañismo me fue dejando hueco a otras actividades más livianas, a excursiones andariegas pero con calzado más común, y yo pensaba: ¿Y a quien le pueden servir estas botas tan buenas y tan nuevas? Y me daba mucha pena tirarlas, en el fondo les tenía cariño y me traían el recuerdo de la mirada de los señores franceses del piolet y una sonrisa.
A alguna amiga montañera se las ofrecí, pero mi número era grande. Nada, no había manera de hacerlas valer.
Esta mañana estaba dispuesta a salir a la calle. Filomena ya me había asustado bastante, me había ofrecido “un master práctico en pala para quitar nieve” estos últimos días con mis vecinos, pero una cosa es quitar nieve en la cercanía de tu puerta y otra muy distinta es salir a la calle a estas alturas, sin haber pasado el camión quitanieves oficial del ayuntamiento.
Y me acordé…. ¿Estarán aún las botas montañeras en algún altillo? ¿No se las regalaría a nadie aún? No me acordaba, la verdad. Me subí en una silla y allí las ví.
¡Qué alegría me dio! Me las puse y ahora, con el pie de un número más, me quedaban muy justas pero podía caminar.
Y salimos Javier y yo a la calle tan alegres.
Me sentía tan segura y tan contenta como una niña con zapatos nuevos!
Madrid 12 de Enero 2021
Angeles Heras Caballero
Qué alegría darle utilidad a algo antiguo. Sobretodo en estos tiempos de tanto consumismo .
Me has hecho disfrutar y sentirme identificada contigo aunque no haya hecho tantas mudanzas como tú.
Gracias ?? Ángeles Heras
Qué puede haber más interesanteque un relato personal y sincero? Gracias, Ángeles!