Los amigos americanos: Bobby

Se llamaba Roberto pero sus padres, le llamaban Bobby. Llegó a nuestras vidas infantiles, como la suya, para unos días de vacaciones en los años sesenta y nos abrió un mundo de colores, plásticos de colorines y sabores nuevos.

El padre de Bobby era del mismo pueblo que el nuestro (La Granjuela, provincia de Córdoba) y amigos de la infancia. Emigró a New York donde trabajó en la hostelería, se casó, tuvo hijos y se divorció como el hombre americano en que se convirtió. Con su segunda mujer también divorciada, bien vestida, gordita y simpática tuvo a Bobby, niño regordote, bien parecido, educado y entrañable. Venían los tres de visita a España a saludar y convivir con familiares y amigos.

Recuerdo la mañana que llegaron a casa los Rivera. Se mostraron muy contentos, cariñosos y simpáticos. Nosotros los esperábamos con expectación.

Mi madre me vistió para la ocasión con el vestido más bonito de los muchos que me hacía. De listitas azules y blancas y un cuello marinero donde había bordado al trapo pulpos y toda suerte de pececillos de colores.

Ellos venían impecablemente vestidos, la madre y el hijo con sombrero y el padre con traje claro y corbata.

Los mayores se sentaron en el comedor y hablaron sin parar. Todos hablaban un español fluido y aunque tuvieran algún problema ese día todo fueron risas buenos recuerdos y felicidad.
Fue la visita que recuerdo más entrañable que llegó a nuestra casa incluida la de los familiares. Bueno, aclaro, la de mi tío Bonifacio, hermano de mi padre, siempre fue la mejor.

Bobby, como suele pasar entre niños, se entendió bien con nosotros. Jugamos en el patio y correteábamos por el pasillo hasta la calle.

Aquel día Bobby fue nuestro rey mago. Nos descubrió el chicle bazoka, de tan apetecible color y sabor. Además en cantidad. Mucho tiempo después nos duraban los paquetes. A mi madre le regalaron paños de cocina vistosos y un mantel grande de plástico con dibujos clásicos y elegantes.

Llevamos a Bobby al parque para seguir jugando mientras los padres tomaban café.
Y jugamos con los trompos, peonzas de colores que nos había regalado. No necesitaban atarles cuerdas para que al echarlos giraran, solo un mecanismo fácil parecido al de una pistola los accionaba.

Y de lo mejor que nos regaló aquel día: bolígrafos. No los conocíamos todavía.
Usábamos lápiz o plumas con tintero de las que caían borrones en cualquier descuido (el mejor escribano hace un borrón).

Con el tiempo, años después llegaron a España los ansiados bolígrafos.

Muchos años después de tener en España bolis, una compañera que viajó a Cuba me comentaba que en Cuba no había bolígrafos. Casi no la creí porque yo en aquel tiempo pensaba que los regímenes comunistas eran perfectos …, grave error de juventud, pero era cierto y por desgracia para los cubanos todavía siguen con la triste y dura escasez.

Los padres de Bobby y los nuestros viajaron juntos a Córdoba pero de ese viaje ya no disfrutamos los niños. Se hicieron fotografías en las que se puede apreciar lo felices que fueron ese día irrepetible juntos. Pienso viendo las fotos que los dos hombres se parecían bastante. Los dos vestidos con traje y corbata hubieran podido pasar por hermanos.

Comentaron con mis padres que la única preocupación que tenían era que Bobby no cayera en la droga y para ello debían estar muy atentos a los amigos y compañeros. Ese problema no lo tenía nadie en mi pueblo por aquellos años, más tarde también llegaría.
No volvimos a ver nunca a Bobby.

Pienso que fuimos muy descuidados por no haber mantenido alguna relación aunque hubiese sido por carta. Fue un chico muy amable y teníamos que haber cultivado su amistad.

Ahora me arrepiento y supongo que mis hermanos también.

One thought on “Los amigos americanos: Bobby

  • Cuánto nos enseñaron los americanos en ese tiempo…
    Fue firmar Franco la entrada en la O NU y enseguida vendrían las bases en Torrejón y Rota, con su música de rock , costumbres, pelis, hasta montaron estudios de cine para grabar aquí producciones como El Cid y tantas americanas del oeste en Almería.
    y tantas costumbres …
    Desde entonces no hemos dejado de sentir su influencia.

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